El Reino de Asturias tuvo su origen en el año 718, tras la Batalla de Covadonga en la que el líder cristiano Pelayo derrotó a las fuerzas musulmanas. Esta batalla marcó el comienzo de la resistencia cristiana en la península ibérica y sentó las bases de lo que sería el futuro reino asturiano.
Uno de los monarcas más destacados del Reino de Asturias fue Alfonso I, también conocido como Alfonso el Católico. Reinó entre los años 739 y 757 y durante su mandato consolidó la monarquía asturiana, expandió sus dominios y fortaleció las defensas frente a los ataques musulmanes.
Tras la muerte de Alfonso I, le sucedió en el trono su hijo Ramiro I. Este monarca continuó la labor de su padre y logró importantes victorias en la batalla, consolidando así el poder de Asturias en la región. Durante su reinado, se construyeron importantes edificaciones como la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo.
A lo largo de los siglos IX y X, el Reino de Asturias experimentó una importante expansión territorial. Los sucesivos monarcas asturianos llevaron a cabo campañas militares para conquistar nuevos territorios y ampliar sus dominios. Gracias a estas conquistas, el reino asturiano llegó a tener una extensión considerable en la península ibérica.
A pesar de su expansión y consolidación, el Reino de Asturias no logró perdurar en el tiempo. El avance de los reinos cristianos del norte de la península ibérica, como León y Castilla, así como la presión de los reinos musulmanes del sur, llevaron al declive del Reino de Asturias a partir del siglo X. Finalmente, en el año 910, el reino asturiano fue absorbido por el Reino de León tras la muerte de su último monarca, Alfonso III.
A pesar de su desaparición, el Reino de Asturias dejó un importante legado en la historia de la península ibérica. Fue el primer reino cristiano surgido en la península después de la conquista musulmana y sentó las bases para la futura expansión de la Reconquista. Además, Asturias tomó un papel fundamental en la preservación de la cultura y tradiciones cristianas durante la dominación musulmana, siendo un faro de resistencia y esperanza para los fieles de la fe cristiana.