La Edad del Hierro es un periodo histórico que abarca aproximadamente desde el siglo VIII a.C. hasta el siglo I a.C. en la península ibérica. Durante esta etapa, se produce la introducción y uso generalizado del hierro en la fabricación de herramientas, armas y utensilios, lo que supuso un avance significativo en la tecnología de la época. En el caso de Cantabria, esta región del norte de España también experimentó importantes cambios durante la Edad del Hierro, que dejaron huella en su historia y arqueología.
En la región de Cantabria, la Edad del Hierro se caracterizó por la presencia de la cultura cántabra, un grupo étnico que habitaba en el territorio desde tiempos prehistóricos. Los cántabros eran un pueblo guerrero y ganadero, que se dedicaba a la agricultura y a la ganadería, y que mantenía una economía basada en la producción y el intercambio de bienes. Durante la Edad del Hierro, esta cultura desarrolló una sociedad compleja, con una jerarquía social definida y una fuerte identidad cultural.
La cultura cántabra se caracterizaba por su organización social en clanes o tribus, liderados por jefes o caudillos. Estos clanes vivían en poblados fortificados, conocidos como castros, construidos en lugares estratégicos para defenderse de posibles invasiones. Los castros cántabros eran auténticas fortalezas, con murallas de piedra y casas circulares o rectangulares, donde vivían las familias y se almacenaban los alimentos y el ganado.
Además de los castros y los objetos arqueológicos, uno de los legados más importantes de la cultura cántabra en Cantabria es el arte rupestre, que se encuentra en numerosas cuevas y abrigos rocosos de la región. Estas pinturas y grabados rupestres son una muestra excepcional del talento artístico de los antiguos habitantes de Cantabria, que plasmaron en las paredes de las cuevas escenas de caza, danza, guerra y rituales religiosos.
Entre los principales yacimientos de arte rupestre en Cantabria destacan las cuevas de Altamira, El Soplao, Monte Castillo, Chufín, El Pendo y Hornos de la Peña, entre otros. Estas cuevas y abrigos rocosos han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, debido a la importancia y el valor artístico de las pinturas y grabados prehistóricos que albergan.
A lo largo del siglo I a.C., Cantabria fue conquistada por el Imperio Romano, que sometió a los cántabros y anexionó el territorio a la provincia de Hispania. La romanización de Cantabria supuso la introducción de la cultura romana en la región, con la construcción de ciudades, calzadas, acueductos y villas romanas, así como la difusión del latín y el cristianismo entre la población indígena.
La romanización transformó la sociedad cántabra, que adoptó costumbres, leyes y creencias romanas, pero también conservó elementos de su cultura e identidad, como la lengua cántabra y las tradiciones locales. Los cántabros se integraron en el Imperio Romano y participaron en su expansión y defensa, como soldados, artesanos y trabajadores agrícolas.
En resumen, la Edad del Hierro en Cantabria fue un periodo de grandes transformaciones sociales, políticas y culturales, que dejó un legado arqueológico excepcional en forma de castros, arte rupestre y otros restos materiales. La cultura cántabra y la romanización marcaron la historia de Cantabria, configurando la identidad de una región rica en patrimonio histórico y arqueológico. Estudiar y valorar la Edad del Hierro en Cantabria es fundamental para comprender la evolución de esta tierra y su población a lo largo de los siglos.